domingo, 19 de julio de 2015

A Pamplona hemos de ir...



San Fermin Marathon  “Demasiado calor” y “un ambiente increíble”.

El calor lo puso difícil en Pamplona, pero no consiguió derrotar a los 3 valientes mojoncicos  que alcanzamos la gesta de completar los 21 y 42 kilómetros  de la San Fermín Marathon.
A las 10:30 del Sábado, nos presentamos en el coso Pamplonés y tras la retirada de dorsales y recoger la camiseta conmemorativa de la carrera, cayeron las primeras fotos de recuerdo en la plaza y alrededores.



Tras estos primeros instantes nos dirigimos hacia el hotel Castillo de Javier, muy bien situado para la carrera a 5 minutos de la salida en la Plaza del Castillo  y a 8 de la meta en la Plaza de toros. Hotel que os recomendamos para cuando vayáis, pequeño, familiar y céntrico en el cogollo de la zona de pinchos del casco viejo.
Una vez alojados, pasamos a realizar una pequeña visita por las calles del encierro y a tomarnos un par de cañas de tamaño considerable, disfrutando de las calles mercaderes, estafeta y plaza del Ayuntamiento. Comida en el restaurante “El OLE” en la misma plaza del Ayuntamiento, s i  esa, la misma, la del Chupinazo. Y luego a descansar.

Hacia las 6 de la tarde empiezo el ritual (Torero) de vestirme, correcta colocación del dorsal para que se lea bien  Kilometrocero Caspe, crono, geles, etc. Supongo que Emilio y Raúl también. Habíamos quedado en el hall del hotel a las 19,00
Vamos hacia la salida que es en la Plaza El Castillo. Los del 10.000 salen a las 19,30. Hacemos las últimas fotos y 10' más tarde nos colocamos en la salida juntos los atletas de la maratón y de la media. Como todos los acontecimientos importantes que se hacen por Euskal Herría, antes de la salida una pareja de dantzaris nos bailan el "Aurresku". Y en esta ocasión además cantamos un minuto antes de cada salida el canto a San Fermín  
 
(El cántico a San Fermín dice: "A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro, dándonos su bendición". "Entzun arren San Fermín / zu zaitugu patroi / zuzendu gure oinarrak / entzierru hontan otoi. Viva San Fermín. Gora San Fermín".) para que nos proteja, y anda que no iba a hacer falta…
Tenemos 28º de temperatura y un sol de justicia.
A las 19,40 en punto se da la salida, haremos 2 vueltas los maratonianos y 1 vuelta los de la media a un recorrido muy variado.
Primeros kilómetros por pleno casco antiguo, con ambiente de fiestas y charangas, haciendo una vuelta de 2 kms y volvemos a pasar por la salida, para dirigirnos luego hacia la Ciudadela y el parque de la Taconera y de allí a el extrarradio.
En el km. 8 entramos en el polígono. Industrial de Landaben. No hace falta que os explique cómo se correr por un lugar así, largas rectas y sin animación.
A partir del km. 10 vamos paralelos al río, pasamos por Cemetiri y los parques de Biurdana, Trinitarios y Paseo del Arga, muy agradable, ya que con la puesta de sol, la sombra y el agua junto van pasando fácil los kilómetros.
Atravesamos varios puentes, de madera, de hierro y un románico de piedra.

En el km. 19 estamos a 400 metros sobre el nivel del mar y comienza una subida de 50 metros de desnivel por el portal de Francia (entrada a la ciudad de los peregrinos que hacen el camino de Santiago) a fin de subir de nuevo al casco antiguo. Aquí se llega en general bastante cascadillos pero con la animación todo es más sencillo y superamos el escollo con nota hasta pasar por la plaza El Castillo, allí se desvían los de 21 kms que van hacia la plaza de toros.


La segunda vuelta ya sabemos de qué va y hay que dosificarse.
Se hace de noche sobre las 10, cuando llevamos 2h 20 'de carrera. Llegando a la zona del río, han habilitado un montón de focos situados cada 50 metros y alimentados con generadores, si bien hay algún tramo muy oscuro. Visualmente ya sabemos con antelación por donde pasaremos y eso te da confianza para afrontar lo que vendrá.


Somos pocos corredores y nos vamos pasando simultáneamente mientras unos andan otros trotan o están parados.  Al llegar de nuevo al Portal de Francia, toca echarle huev…  ganas. Esa cuesta en ese kilometro casi el 40, hay que afrontarla como  si se tratara de un trail. A partir de aquí aunque no tuvieras  fuerzas desde ya hace rato, comenzamos a volar por el casco antiguo, la gente haciendo pasillo por las calles nos dan alas, parecemos los toros del encierro, qué animación, gritos de AUPA !, OSO Ondo! (Muy bien), Txapeldun! (Campeón). Paso por la plaza El Castillo y hacia la plaza de toros, bajada y entrada apoteósica como si fuera la de un estadio olímpico.

Es dificil describir la sensación que te hace sentir la gente cuando llena calles y plazas y no deja de animar y jalear a todos los corredores, del primero al último, casi seguramente más a los últimos, se me hace difícil creer que se pueda hacer más ruido y recibir más ánimos que cuando  pasamos por la Plaza del Castillo, o cuando encarábamos la curva de Telefónica ya en dirección a la Plaza de Toros. Estamos convencidos de que los últimos dos kilómetros la mayoría los hizo con la piel de gallina, y eso solo se consigue con un gran publico como el de Pamplona.

 
















Entrega de medalla de finisher y bolsa con cremas, tiritas, Balsamo y como no, productos de la tierra (Embutidos, espárragos, pimientos del piquillo, atún, aceite, vinagre, pacharán y galletas…)
Había fisios haciendo masajes,  cena para corredores (ensalada de pasta, plátano y bebida) aunque no me resulta muy buena y paso a comerme directamente un bocata de jamon que nos habían cogido los acompañantes, que habían aguantado estoicamente el sofoco de Pamplona en el coso taurino esperando nuestra llegada.








El domingo después de desayunar, visita mas extensa por la ciudad para hacer ganica de comer, y como no paradicas a saborear pintxos y cañas
Comemos en EL CATACHU de estilo retro y siniestro. Pero que bien comimos!!
Hemos podido disfrutar de un buen fin de semana, visitando una preciosa ciudad, corriendo una bonita carrera y disfrutando de la inmejorable compañía de nuestras familias.
Esto ha sido una crónica genérica de lo que es esta maraton pero... podéis seguir leyendo mas. La crónica de la maraton de Javi Piazuelo en donde os cuento mi vivencia de los 42k desde dentro, ¿donde? Aquí!! http://javipiazuelo.blogspot.com.es/2015/07/san-fermin-marathon.html

domingo, 12 de julio de 2015

Rock&Roll Madrid 2015



Crónica de una maratón. El fin de semana.

LA SEMANA PREVIA
Con un  par de entrenamientos muy suaves la misma semana de la maratón siguiendo los consejos de los planes de las revistas, de los comentarios de los otros maratonianos del club, nos presentamos ante la gran cita que habíamos preparado con tanta ilusión durante los últimos meses. Ya estaba todo preparado y programado. La sensación, rara, de que había pasado mucho tiempo, semanas con bastantes entrenos pero, a la vez, que qué pronto había llegado.

LOS ENTRENAMIENTOS
Los entrenamientos básicamente habían consistido en salidas de tres días por semana, martes, viernes y el domingo como el día de la “tirada larga”. Se iban incrementando los kms semanalmente y progresivamente. Casi todos los entrenos en Caspe, por las tardes, por el polígono de la ITV y por el Alejo, los domingos un poco de todo, caminos, sendas aprovechando para hacer tiradas desde los primeros días de  18km hasta los 24-27km de un par de meses antes. Mi tope, los 30km en un par de ocasiones, una de ellas la del Anillo Verde en Zaragoza conjuntamente con Pepe, que en su segunda edición se preparó como quedada para el equipo de kilómetrocero. Hicimos 2h 50 minutos con distintas sensaciones ambos. Yo ese día “fijo que la acabo” pensé. Pepe por su parte aún tiró hasta los 31.5 km aprovechando un fin de semana por Vinaroz para creer definitivamente que también la acabaría.
Recordaremos los entrenamientos, con alegría y como que tampoco habíamos hecho tanto como parecía, eso sí, salimos muchos días que en otra ocasión quizá no lo hubiéramos hecho y es que nuestro amigo “el cierzo” fue compañero incansable en el 90% de los días desluciendo el disfrute de correr por gusto.
Solo estábamos un poco insatisfechos por el tema alimentación y es que no sabíamos si lo estábamos haciendo del todo bien. En todo el proceso desde el comienzo llegué a perder 6 kilos, prácticamente todos en el último mes y medio.

EL FIN DE SEMANA
            Me acompañó mi padre, Manuel y Pepe fue con Mai, su mujer.  El viaje, en AVE, el sábado por la mañana a primera hora, para aprovechar e ir a recoger pronto el dorsal, visitar la feria, comer y disfrutar del día previo. El hotel (Hotel Mediodía, 2 estrellas), un acierto. A escasos 200 metros de la estación de Atocha, a 600 de la salida de la carrera y relativamente cerca de la llegada. La vuelta programada para las 16.30 del domingo, bromeando de que había que acabar antes pa’ no perder el tren.


Otra cosa es lo que nos encontramos en la recogida del dorsal que nos llevó prácticamente dos horas de espera en la fila de entrada. La kilométrica fila y la espera de pie me estaba poniendo nervioso porque pensaba que era una situación que podía pasarme factura al día siguiente en las rodillas. Y ahí no acababa todo y es que amenazaba lluvia y viento, pero ese es otro tema. Aun así, la visita a la Feria nos la tomamos con calma ya que ya íbamos un poco cansados, y disfrutamos del ambiente.
Durante la espera pudimos charlar amigablemente con par de corredores, de Madrid, bastante experimentados en maratón y concretamente en “nuestra maratón” ya que ambos la habían corrido en varias ocasiones, uno en nuestros tiempos, y otro más experimentado y más veloz, en ritmos de 3 horas. Los dos nos vinieron a confirmar, lo que ya, medio sabíamos, y era que teníamos que salir con cuidado ya que no es un recorrido simétrico en las dos medias partes. A ambos se les escapaban  unos minutos en la segunda parte de la carrera, con cansancio y cuestas arriba y pendiente positiva desde el 32 hasta el 40. De hecho, este segundo corredor no conseguía bajar de 3 horas en la prueba de Madrid cuando sí que lo conseguía en otras, y es que Madrid tiene esa fama de cierta dureza y nos la estaban corroborando. Nos deseamos suerte  les agradecimos sus consejos, especialmente en caso de lluvia y nos despedimos.
Habíamos entrenado con la ilusión de estar por debajo de las 4 horas, pero en nuestra cabeza empezaba a cambiar el plan. Del plan A hacia el plan B que realmente era el plan A inicial pero que a veces era el plan B según como nos había ido el entrenamiento del día… vamos, que finalmente queríamos hacer lo que queríamos hacer desde un principio, “correr nuestra primera maratón, disfrutarla y acabarla dignamente”.
Pasamos la tarde por el centro de Madrid, dando un paseo y cada cierto rato mirando la previsión del tiempo del día siguiente que cada vez con más probabilidades daba lluvia.  Y efectivamente al ir a cenar ya caían las primeras gotas.
Recuerdo que por la noche yo dormí bastante bien, eso sí habiendo repasado dos veces los despertadores, los geles, el dorsal, las zapatillas, todo todo…

DÍA DE LA CARRERA
            Puntuales acudimos a la línea de salida. Por nuestra marca estábamos asignados al cajón 5, casi cerca del hotel, en la puerta del museo del Prado, en Neptuno. El cajón, el de los corredores más lentos y algo que nos iba a condicionar a la hora de salir ya que es una carrera la de Madrid, en la que salen a la vez, la media y la maratón.  Esta situación nos hizo salir bastante lentos, en ocasiones taponados por la multitud, pero atentos a no dar tirones o cambios de ritmo para adelantar, eso fue algo bueno al fin y al cabo ya que nos permitió ir todo el rato a un ritmo medio cómodo. Para ejemplo, nuestra salida por el arco de inicio situado en la Plaza de Cibeles desde el  disparo inicial ya habían pasado 13 minutos.
Suelo mojado pero bien, no llovía, y así empezamos la subida del Paseo de la Castellana. Yo disfrutaba, iba contento, consciente de lo que estaba haciendo y lo que me estaba gustando. Hasta miraba a la gente, Colón, Bernabéu, las torres de Plaza Castilla, pasamos los rascacielos de Madrid con neblina que no se veían enteros. Y a la hora y poco comenzó a llover, sinceramente, creo que ni me importaba, seguía disfrutando, viendo los carteles de Gran Vía, la gente corriendo formando la imagen de marea multicolor en cualquier desnivel del recorrido.
En el km. 19, en la Puerta del Sol me iba a encontrar con mi padre, aguantando como todo el público y familiares el chaparrón que en ese momento estaba cayendo.  Natalia, mi mujer, que por motivos de nuestro incipiente embarazo no había podido acompañarme a la carrera, como ha hecho siempre, iba viendo como iba yendo a través de Endomondo y comunicándose con él seguían nuestro recorrido. Los dos sufriendo a su manera.


Seguíamos con un ritmo cómodo, sin saber exactamente, pero pensábamos en  5.50 o cerca. Íbamos bebiendo, comiendo los geles y ya algún avituallamiento sólido según lo planificado. Pasamos la media y ya felices de empezar a descontar kilómetros hacia la meta.
La parte más dura coincidimos que fue la de la Casa de Campo, caía agua de lado e incluso con el aire que  hacía se notaba un poco de frío. Hasta ese momento, yo iba fino, era lo que habíamos entrenado. 
Mi cara de alegría y de disfrute pasó a modo “ojo que esto se pone serio” cuando pasamos el 31. Empezaba lo desconocido, la verdadera carrera, sabiendo que iba a ser cuesta arriba desde el 32 pero no esperábamos que se estirase tanto como para que llegase hasta pasado el 41.  En esos primeros kilómetros creo que Pepe andaba más constante y tiró de mí, a la altura del Calderón. Me concentré en un punto intermedio hasta la meta, el 38, kilómetro en el que iba a volver a ver a mi padre y quería llegar “corriendo”, sonriente y lo más entero posible. Eso me ayudó.  Iban pasando los kilómetros y seguía cayendo agua, veíamos que ese temido fenómeno llamado muro no iba apareciendo  y seguíamos concentrados en el ritmo, en las pulsaciones. Sabíamos que una parada para andar como las que empezábamos a ver en algunos casos supondría que nos cayese una minutada. Afortunadamente nada de eso ocurrió en esos kms.
Ver a mi padre al girar en una calle y escuchar su grito a 200 o 250 metros me emocionó tanto que aseguro que a esos niveles no se puede llorar (de alegría) y respirar a la vez. Intenté darle un abrazo y él a su vez hacerme una foto y el resultado fue… una bonita foto que ya guardaba en un marco al día siguiente de la carrera para dármela como regalo. El recuerdo que tengo de cuando lo vi a lo lejos es que era de noche y que caía ya un dedo de agua por la calle fruto de tanto chaparrón.

Ahí, ya vimos que era posible acabarla y sin parar. El 39 y el 40 se hicieron largos quizá porque esperábamos que fuesen más llanos. Seguíamos al mismo ritmo a pesar de la distancia y del desnivel y el agua. La acumulación de público y la euforia hizo que el último km. fuese total de júbilo y alegría especialmente los 600 metros que se recorren en el Parque del Retiro, saludando, gritando, creo que como todos, cada uno a su manera. Bromeando de cómo íbamos a celebrar la llegada, que sí una cosa que si otra. Yo lo tenía claro, y así dejé constancia en la foto de llegada.
Llegamos juntando la mano. Habíamos corrido juntos. 


Nada más pasar nos dimos un fuerte abrazo. Éramos maratonianos. Recogimos la preciada medalla  y lo preciosa que parecía allí ya. La llegada lloviendo no permitió parar en el parque a estirar etc ya que estaba embarrado. Nos fuimos al hotel con mi padre y eso sí, ahí ya bajamos el ritmo, a nivel del de las muñecas de famosa en el mítico anuncio de Navidad.
Durante las 4h 14min 47sgs que estuvimos corriendo he contado que lo disfruté pero recuerdo que tuve en mi memoria y me iba acordando de mi familia, de mis amigos y que en algunos momentos eso me hizo tirar para adelante porque notaba el apoyo desde la distancia. Una sensación que no puedo describir (igual era el efecto de los geles jaja) pero yo lo notaba.
Fuimos a comer, cerquita del hotel y de la estación, recibiendo y enviando felicitaciones y fotos con la medalla. Saboreamos más que nunca la cervecita y la comida. Mi amigo maratoniano Pepe no se quitó la medalla en todo el viaje de vuelta.

PASADOS LOS DÍAS
            Seguimos, sigo, disfrutando de la experiencia, de la medalla (grabada con nuestro nombre por detrás por Emilio en Caspe), las fotos, las explicaciones, esta crónica…
Quizá por ser la primera, por haberla preparado así, por haber salido todo tan bien, tan épica por la lluvia o por las cuestas haya conseguido disfrutarla más y mucho más que la próxima, porque creo que siguiente habrá. Y que seguro que se disfrutará de otra manera pero que se disfrutará.