Crónica de
una maratón. El fin de semana.
LA SEMANA
PREVIA
Con un par de entrenamientos muy suaves la misma
semana de la maratón siguiendo los consejos de los planes de las revistas, de
los comentarios de los otros maratonianos del club, nos presentamos ante la
gran cita que habíamos preparado con tanta ilusión durante los últimos meses.
Ya estaba todo preparado y programado. La sensación, rara, de que había pasado
mucho tiempo, semanas con bastantes entrenos pero, a la vez, que qué pronto
había llegado.
LOS ENTRENAMIENTOS
Los entrenamientos básicamente habían
consistido en salidas de tres días por semana, martes, viernes y el domingo
como el día de la “tirada larga”. Se iban incrementando los kms semanalmente y
progresivamente. Casi todos los entrenos en Caspe, por las tardes, por el
polígono de la ITV y por el Alejo, los domingos un poco de todo, caminos,
sendas aprovechando para hacer tiradas desde los primeros días de 18km hasta los 24-27km de un par de meses
antes. Mi tope, los 30km en un par de ocasiones, una de ellas la del Anillo
Verde en Zaragoza conjuntamente con Pepe, que en su segunda edición se preparó
como quedada para el equipo de kilómetrocero. Hicimos 2h 50 minutos con
distintas sensaciones ambos. Yo ese día “fijo que la acabo” pensé. Pepe por su
parte aún tiró hasta los 31.5 km aprovechando un fin de semana por Vinaroz para
creer definitivamente que también la acabaría.
Recordaremos los entrenamientos, con
alegría y como que tampoco habíamos hecho tanto como parecía, eso sí, salimos
muchos días que en otra ocasión quizá no lo hubiéramos hecho y es que nuestro
amigo “el cierzo” fue compañero incansable en el 90% de los días desluciendo el
disfrute de correr por gusto.
Solo estábamos un poco insatisfechos
por el tema alimentación y es que no sabíamos si lo estábamos haciendo del todo
bien. En todo el proceso desde el comienzo llegué a perder 6 kilos,
prácticamente todos en el último mes y medio.
EL FIN DE SEMANA
Me acompañó mi
padre, Manuel y Pepe fue con Mai, su mujer.
El viaje, en AVE, el sábado por la mañana a primera hora, para
aprovechar e ir a recoger pronto el dorsal, visitar la feria, comer y disfrutar
del día previo. El hotel (Hotel Mediodía, 2 estrellas), un acierto. A escasos
200 metros de la estación de Atocha, a 600 de la salida de la carrera y
relativamente cerca de la llegada. La vuelta programada para las 16.30 del
domingo, bromeando de que había que acabar antes pa’ no perder el tren.
Otra cosa es lo que nos encontramos
en la recogida del dorsal que nos llevó prácticamente dos horas de espera en la
fila de entrada. La kilométrica fila y la espera de pie me estaba poniendo
nervioso porque pensaba que era una situación que podía pasarme factura al día
siguiente en las rodillas. Y ahí no acababa todo y es que amenazaba lluvia y
viento, pero ese es otro tema. Aun así, la visita a la Feria nos la tomamos con
calma ya que ya íbamos un poco cansados, y disfrutamos del ambiente.
Durante la espera pudimos charlar
amigablemente con par de corredores, de Madrid, bastante experimentados en
maratón y concretamente en “nuestra maratón” ya que ambos la habían corrido en
varias ocasiones, uno en nuestros tiempos, y otro más experimentado y más
veloz, en ritmos de 3 horas. Los dos nos vinieron a confirmar, lo que ya, medio
sabíamos, y era que teníamos que salir con cuidado ya que no es un recorrido
simétrico en las dos medias partes. A ambos se les escapaban unos minutos en la segunda parte de la
carrera, con cansancio y cuestas arriba y pendiente positiva desde el 32 hasta
el 40. De hecho, este segundo corredor no conseguía bajar de 3 horas en la
prueba de Madrid cuando sí que lo conseguía en otras, y es que Madrid tiene esa
fama de cierta dureza y nos la estaban corroborando. Nos deseamos suerte les agradecimos sus consejos, especialmente
en caso de lluvia y nos despedimos.
Habíamos entrenado con la ilusión de
estar por debajo de las 4 horas, pero en nuestra cabeza empezaba a cambiar el
plan. Del plan A hacia el plan B que realmente era el plan A inicial pero que a
veces era el plan B según como nos había ido el entrenamiento del día… vamos,
que finalmente queríamos hacer lo que queríamos hacer desde un principio,
“correr nuestra primera maratón, disfrutarla y acabarla dignamente”.
Pasamos la tarde por el centro de
Madrid, dando un paseo y cada cierto rato mirando la previsión del tiempo del
día siguiente que cada vez con más probabilidades daba lluvia. Y efectivamente al ir a cenar ya caían las
primeras gotas.
Recuerdo que por la noche yo dormí
bastante bien, eso sí habiendo repasado dos veces los despertadores, los geles,
el dorsal, las zapatillas, todo todo…
DÍA DE LA CARRERA
Puntuales
acudimos a la línea de salida. Por nuestra marca estábamos asignados al cajón
5, casi cerca del hotel, en la puerta del museo del Prado, en Neptuno. El cajón,
el de los corredores más lentos y algo que nos iba a condicionar a la hora de
salir ya que es una carrera la de Madrid, en la que salen a la vez, la media y
la maratón. Esta situación nos hizo
salir bastante lentos, en ocasiones taponados por la multitud, pero atentos a
no dar tirones o cambios de ritmo para adelantar, eso fue algo bueno al fin y
al cabo ya que nos permitió ir todo el rato a un ritmo medio cómodo. Para
ejemplo, nuestra salida por el arco de inicio situado en la Plaza de Cibeles
desde el disparo inicial ya habían
pasado 13 minutos.
Suelo mojado pero bien, no llovía, y así empezamos la subida
del Paseo de la Castellana. Yo disfrutaba, iba contento, consciente de lo que
estaba haciendo y lo que me estaba gustando. Hasta miraba a la gente, Colón,
Bernabéu, las torres de Plaza Castilla, pasamos los rascacielos de Madrid con neblina
que no se veían enteros. Y a la hora y poco comenzó a llover, sinceramente,
creo que ni me importaba, seguía disfrutando, viendo los carteles de Gran Vía,
la gente corriendo formando la imagen de marea multicolor en cualquier desnivel
del recorrido.
En el km. 19, en la Puerta del Sol me iba a encontrar con mi
padre, aguantando como todo el público y familiares el chaparrón que en ese
momento estaba cayendo. Natalia, mi
mujer, que por motivos de nuestro incipiente embarazo no había podido
acompañarme a la carrera, como ha hecho siempre, iba viendo como iba yendo a
través de Endomondo y comunicándose con él seguían nuestro recorrido. Los dos
sufriendo a su manera.
Seguíamos con un ritmo cómodo, sin saber exactamente, pero
pensábamos en 5.50 o cerca. Íbamos
bebiendo, comiendo los geles y ya algún avituallamiento sólido según lo
planificado. Pasamos la media y ya felices de empezar a descontar kilómetros
hacia la meta.
La parte más dura coincidimos que fue la de la Casa de Campo,
caía agua de lado e incluso con el aire que
hacía se notaba un poco de frío. Hasta ese momento, yo iba fino, era lo
que habíamos entrenado.
Mi cara de alegría y de disfrute pasó a modo “ojo que esto se
pone serio” cuando pasamos el 31. Empezaba lo desconocido, la verdadera
carrera, sabiendo que iba a ser cuesta arriba desde el 32 pero no esperábamos
que se estirase tanto como para que llegase hasta pasado el 41. En esos primeros kilómetros creo que Pepe
andaba más constante y tiró de mí, a la altura del Calderón. Me concentré en un
punto intermedio hasta la meta, el 38, kilómetro en el que iba a volver a ver a
mi padre y quería llegar “corriendo”, sonriente y lo más entero posible. Eso me
ayudó. Iban pasando los kilómetros y
seguía cayendo agua, veíamos que ese temido fenómeno llamado muro no iba
apareciendo y seguíamos concentrados en
el ritmo, en las pulsaciones. Sabíamos que una parada para andar como las que
empezábamos a ver en algunos casos supondría que nos cayese una minutada.
Afortunadamente nada de eso ocurrió en esos kms.
Ver a mi padre al girar en una calle y escuchar su grito a
200 o 250 metros me emocionó tanto que aseguro que a esos niveles no se puede
llorar (de alegría) y respirar a la vez. Intenté darle un abrazo y él a su vez
hacerme una foto y el resultado fue… una bonita foto que ya guardaba en un
marco al día siguiente de la carrera para dármela como regalo. El recuerdo que
tengo de cuando lo vi a lo lejos es que era de noche y que caía ya un dedo de
agua por la calle fruto de tanto chaparrón.
Ahí, ya vimos que era posible acabarla y sin parar. El 39 y
el 40 se hicieron largos quizá porque esperábamos que fuesen más llanos.
Seguíamos al mismo ritmo a pesar de la distancia y del desnivel y el agua. La
acumulación de público y la euforia hizo que el último km. fuese total de
júbilo y alegría especialmente los 600 metros que se recorren en el Parque del
Retiro, saludando, gritando, creo que como todos, cada uno a su manera. Bromeando
de cómo íbamos a celebrar la llegada, que sí una cosa que si otra. Yo lo tenía
claro, y así dejé constancia en la foto de llegada.
Llegamos juntando la mano. Habíamos corrido juntos.
Nada más pasar nos dimos un fuerte abrazo. Éramos
maratonianos. Recogimos la preciada medalla
y lo preciosa que parecía allí ya. La llegada lloviendo no permitió
parar en el parque a estirar etc ya que estaba embarrado. Nos fuimos al hotel
con mi padre y eso sí, ahí ya bajamos el ritmo, a nivel del de las muñecas de
famosa en el mítico anuncio de Navidad.
Durante las 4h 14min 47sgs que estuvimos corriendo he contado
que lo disfruté pero recuerdo que tuve en mi memoria y me iba acordando de mi
familia, de mis amigos y que en algunos momentos eso me hizo tirar para
adelante porque notaba el apoyo desde la distancia. Una sensación que no puedo
describir (igual era el efecto de los geles jaja) pero yo lo notaba.
Fuimos a comer, cerquita del hotel y de la estación,
recibiendo y enviando felicitaciones y fotos con la medalla. Saboreamos más que
nunca la cervecita y la comida. Mi amigo maratoniano Pepe no se quitó la
medalla en todo el viaje de vuelta.
PASADOS LOS DÍAS
Seguimos,
sigo, disfrutando de la experiencia, de la medalla (grabada con nuestro nombre
por detrás por Emilio en Caspe), las fotos, las explicaciones, esta crónica…
Quizá por ser la primera, por haberla preparado así, por
haber salido todo tan bien, tan épica por la lluvia o por las cuestas haya
conseguido disfrutarla más y mucho más que la próxima, porque creo que
siguiente habrá. Y que seguro que se disfrutará de otra manera pero que se
disfrutará.
Esa primera vez, especial para toda la vida.
ResponderEliminarCorrereis mas maratones pero... esta siempre sera unica, la primera vez.
Enhorabuena!!
Muy estimulante. Felicidades!
ResponderEliminarFito