¡Qué os
voy a contar que no sepáis ya vosotros!
Han transcurrido ya unas
cuantas horas desde que crucé la meta en la plaza del Pilar, y aunque sé que no
he hecho nada heroico ni ejemplar, mentiría si dijera que no me siento un punto
orgulloso de haberlo conseguido.
El pasado domingo amaneció algo
desapacible, pero soleado y con mucha animación por los alrededores de la Plaza
del Pilar. Cientos de runners realizaban sus ejercicios de calentamiento
previos, se saludaban afectuosamente viejos amigos, se realizaban fotos de
grupo, etc. Con puntualidad británica –y una salida en falso- arrancaba a las 9:00 la Media
zaragozana, con ocho mojoncicos
representando a nuestro club –más algún caspolino “por libre”- y cada uno
situado en aquellos lugares que consideraba iba a lidiarse su batalla personal.
Lógica aglomeración inicial, habida cuenta los casi 2.700 participantes, con
las obligadas estrecheces y agobios que acarrea serpentear por callejuelas del
Casco Antiguo, sabiendo que el crono no espera a nadie. Por atrás, más
tranquilos.

Tras pasar el Azud de la
Fuentes, llegamos al Km. 5, donde nos espera el primer avituallamiento, justo
antes de acometer la pendiente de acceso al puente Manuel Giménez Abad, donde
la anchura permite un mayor desahogo aún a costa de sufrir las fuertes rachas
de cierzo. En seguida entramos en los kilómetros 6 a 8, que transcurren por el
barrio de La Jota, haciendo una larga horquilla, a la sombra y rodando más
cómodos. Consigo ver a Javi, como el rayo, y poco más atrás a Fran y Samuel.
José y Carlos juegan en otra división. Es quizás el sitio en el que la liebre
tira más fuerte, siempre sin dejar de animar o dar indicaciones. A la salida de
ella, de nuevo la calzada se ensancha, vuelve el cierzo, pero encontramos unas
calles más pobladas de público. Grupos de niñas animando, con pompones y
cánticos, música enlatada, gente aplaudiendo a rabiar, patinadores dispuestos a
echarte spray ante el atisbo de molestias musculares… Todo ello nos conduce al
puente de piedra, inmejorable antesala
al zoco capitalino, que empieza a mostrar ya mucha animación.
Completados los primeros 11
kilómetros del recorrido, transitamos por el corazón de Zaragoza: Calle
Alfonso, el Coso, Plaza España, otra vez el Coso, San Vicente de Paul y barrio
de la Madalena, para engancharnos al recorrido inicial y rumbo al kilómetro 15.
Ahora sí que los grandes grupos se han partido y solo vemos un reguero
interminable de corredores, exprimiéndose. Hay quienes –como yo-, se “agarran”
a la liebre como si nos fuera el jornal. Ramón, así se llama la liebre que
marca 1:55, insiste en que nos agrupemos, para protegernos del cierzo, y
en que bebamos en el km. 15, justo antes
de acometer de nuevo el puente del tercer cinturón. Allí el viento pasa factura
y hace una sangría en el grupo. Por mi parte, vivo mi mejor momento de la
carrera. Me he tomado el gel en el 12 y llevo 3 o 4 kms muy cómodo, mano a mano
con la liebre, quien pierde el globo, arrancado por una racha de cierzo. Por
fortuna, su megáfono no para de lanzar consignas de ánimo y, cada vez que
superamos un kilómetro, nos pone una cancioncilla que dice "olé, olé olé,
oléeeee, we are the champions, we are the champions”. Confieso que, en otras
circunstancias, lo oportuno hubiera sido astillar el jodido chisme contra el
asfalto; pero, en este caso, esperábamos la sintonía como si fuera el Nessun dorma de Puccini.

Otra vez la horquilla y de
nuevo el calor de los niños, como antesala a la traca fin de fiesta. Miro el
reloj y veo que llevo corriendo 1 hora y 35 minutos. Jamás había estado tanto
tiempo seguido trota que trota. Pienso en los mojoncicos más rápidos, que ya
habrán entrado, mientras veo como Vicky viene cual centella y nos pega un
adelantamiento que ni en Márquez en Montmeló. ¡Impresionante! Es ahora, sobre
el kilómetro 18, cuando me aparece un fuerte dolor en la pierna derecha, no
localizado, que empieza a dificultarme las cosas. No se me pasa por la cabeza
poner el pie en el suelo, pero por si las moscas hay un compañero que me
recuerda que “ahora aunque sea a rastras hay que acabarla”, así que apreto el
culo, vuelvo a situarme junto a la liebre, espoleado ya por las torres del
Pilar, que ejercen de imán, y así entramos en el último kilómetro. De nuevo el
Puente de Piedra (qué bonito es!), con los aplausos de la gente y los ánimos de
los corredores que ya han concluido su carrera. El megáfono de Ramón sigue
recordándonos que somos unos putos máquinas cuando entramos en el último
kilómetro, así que decido apretar lo
justo para quedarme libre de toda compañía. Marta me espera 200 metros de la
meta para pasarme la bufanda del CD CASPE, mi club, que este año cumple 90
primaveras. Beso el escudo del “glorioso”, oigo al speaker que me anuncia a la
multitud y levanto los brazos mostrando la bufanda justo en el momento de
entrar en meta, con un tiempo de 1:54:41. Y sin forzar!!
Todos los mojoncicos cumplieron
con nota: José Sancho (1:28:41), Carlos
Guiu (1:29:08), Javier Poblador
(1:36:30), Fran Gimeno (1:38:22, pulverizando en quince minutos su anterior
marca), Vicky Bondía (1:53:41) y la
veterana y guapísima Pilar Poblador
(2:03:56), que a pesar de no estar físicamente a tope logró acabar, junto a
Victor, y se especializa en esta distancia.
Han transcurrido ya unas
cuantas horas de todo esto, mi rodilla sigue tocada y tengo agujetas hasta en
las pestañas, pero el cuerpo me pide correr. Así que muy pronto me volveré a
calzar las zapatillas reglamentarias (pero esta vez un número por encima; que
me estimo las uñas).
Quiero acabar esta crónica
felicitando a todos los mojoncicos participantes, incluido Iván Ramirez (que
una vez más se “salió”), y mandando un fuerte abrazo a nuestros compañeros
Manolo y Pedro Conte y, muy especialmente, a Chema e Inma. Desde el sábado una
pequeña estrella brilla en el cielo y nos señala el camino.
Besos a todos
Fito
“Si quiere
ganar, corra cien metros. Si quiere experimentar la vida, corra maratones”
Emil Zatopek